Se trata de una de las modalidades contractuales más recurrentes a la hora de llevar a cabo proyectos en el sector de la construcción. Pero ¿qué es exactamente? A continuación, te explicamos cuáles son las implicaciones que se derivan de los proyectos llave en mano y sus principales beneficios. ¡Toma nota!
Un proyecto llave en mano responde a un tipo de contrato que se formaliza con una constructora o contratista. Ésta se encargará de materializarlo o, al menos, de asumir la mayor parte de responsabilidad poniéndose al frente de ello. Esto implica que, desde el momento en que se formaliza el acuerdo contractual hasta la finalización del proyecto y su correspondiente entrega al cliente, la constructora asume el control de todo el procedimiento lo cual no sólo abarca las fases que configuran el proceso de materialización o construcción propiamente dicho. También aglutina todos aquellos trámites y gestiones indirectas y que cuya naturaleza no tiene por qué ser técnica. Los trámites burocráticos o administrativos que se derivan del proyecto son un ejemplo.
Aunque es bastante común encontrar el contrato llave en mano para abordar o contratar servicios de reforma, en realidad puede utilizarse en cualquier tipo de obra, ya sea construcciones integrales, reformas parciales (por ejemplo, la instalación de suelo industrial) o totales, así como segmentos específicos del sector: Desde edificaciones y naves industriales, hasta infraestructuras, locales o construcciones con finalidades comerciales, inmuebles…
Para llevarse a término deben haber, al menos, dos partes. Por un lado el contratista, es decir, quien asume la responsabilidad de sacar adelante el proyecto dentro de los términos pactados. Se encarga, entre otras cosas, de solicitar la documentación y las licencias requeridas, de definir el proyecto, así como de planificarlo y ejecutarlo. Éste puede ser tanto una persona como una compañía. Por otro lado, el contratante, que es aquel que delega la materialización del proyecto y al que más tarde será entregado.
Lo más frecuente es que sea una empresa constructora quien afronte el proceso. No obstante, no hablamos de una pauta absoluta, sino que también es posible encontrar modalidades contractuales híbridas de proyecto llave en mano. En estos casos, la totalidad de la obra no está cubierta por el contrato, sino que éste únicamente determina el desarrollo de algunas funciones específicas o unas tareas determinadas.
Si bien lo más habitual es que el contratista asuma el control de todo el proceso, también existen ocasiones en las que su capacidad de trabajo es limitada y recurre a la subcontratación de otros proveedores de servicios o empresas. No obstante, cuando esto ocurre, él sigue teniendo la responsabilidad global del proyecto.
Al margen de estas excepciones, las obligaciones que adquiere el contratista en un contrato de llave en mano son:
- Adquisición de licencias y documentos exigidos para llevar a cabo la obra.
- Diseño y planificación del proyecto.
- Materialización asumiendo funciones de supervisión o dirección técnica.
- Búsqueda, desarrollo e implementación de aquellos recursos tecnológicos o (en su caso) las patentes necesarias para ejecutar la obra.
- Poner en poder del contratante la documentación técnica y los manuales operativos así como de mantenimiento.
- Entrega de la obra finalizada dentro del plazo previsto y en el marco de las especificaciones pactadas.
Por su parte, las obligaciones del contratante son:
El contratante, por su parte, también debe asumir una serie de obligaciones contractuales como, por ejemplo:
- Autorizar el acceso del contratista a las instalaciones o lugar en el que se va desarrollar el proyecto.
- Facilitar la información y la documentación exigida para tramitar las licencias y permisos pertinentes.
- Abonar el precio estipulado en los términos pactados.
- Si las circunstancias o la naturaleza del proyecto lo requieran, colaborar en la toma de decisiones. Éstas pueden abarcar el ámbito del diseño, la selección de materiales o la distribución de los espacios.
Optar por un proyecto de llave en mano puede retribuir en forma de ventajas. Algunas de las principales razones para valorar esta modalidad contractual son:
- Definición de precios cerrados: Esto supone la desaparición de riesgos originados por cambios de última hora. Al no haber “sorpresas” la planificación del proyecto o la seguridad financiera del contratante quedan blindadas.
- Deadlines definidos: Antes de pasar a la ejecución, el contratista lleva a cabo un proceso de planificación teniendo en cuenta las necesidades del proyecto. Gracias a ello, el contratante sabe con exactitud cuándo podrá acceder a su obra finalizada.
- Agilización de procesos: Cuando se delega en una única empresa las dinámicas son más fluidas y, tanto los procedimientos burocráticos como los de producción se llevan a cabo con mayor rapidez.
- Mayor control: Al tratarse de una modalidad de trabajo rigurosamente planificada, desaparecen los riesgos de que se cometan errores o incidencias que obstaculicen el desarrollo del trabajo encareciendo el presupuesto y retrasando la fecha de entrega.
- Centralización de procesos: Poner al frente del proyecto a una única empresa permite minimizar costes y multiplicar la accesibilidad a todo tipo de componentes: Desde herramientas, personal, documentación…